¡Hola de nuevo a todos! Llevo unos días reflexionando sobre el tema que se resume en el título de esta nueva entrada, y me ha parecido oportuno daros mi opinión y contaros algunas anécdotas, con el fin de que vosotros también podáis decirme qué pensáis acerca de las diferencias entre la forma de vida de los niños que viven en el campo, y los de ciudad.
Como ya os he dicho en varias ocasiones, tengo la suerte (según mi punto de vista) de vivir en el campo. En estos 4 o 5 años que llevo viviendo allí, me he dado cuenta de la cantidad de diferencias que existen entre los niños en las formas de jugar y divertirse.
Todos somos conscientes de la gran dependencia de las nuevas tecnologías que se tiene hoy en día. Pues bien, cierto es que muchos de los niños de campo también disponen de estas facilidades, como pueden ser ordenadores con acceso a internet, videoconsolas o televisión. Sin embargo creo que la dependencia que tienen de ellas es menor que la del resto de los niños. Por poneros un ejemplo, en el pueblo en el que vivo suelen juntarse por las tardes grupos de 4 o 5 niños para jugar. Me sorprende muchísimo su forma de divertirse, puesto que pueden pasarse horas con un simple balón, correteando para arriba y para abajo, con las bicicletas o incluso haciendo e inventándose juegos que sorprenden a todos por su alto nivel de imaginación.
Ante esta situación que he planteado, creo que un niño de ciudad (aunque, por supuesto, no hay que generalizar), no tendría tantísima capacidad de imaginación para divertirse, debido a que suelen tener al alcance más medios. Otro aspecto que me llama mucho la atención de los niños de mi pueblo es que disponen de un parque con columpios y demás juegos similares, el cuál suele estar vacío prácticamente siempre que paso cerca de él. Eso explica que no necesitan nada material para jugar, para pasárselo bien, puesto que con menos, se divierten más.
No se que opináis de esta reflexión, pero me gustaría que me dierais vuestra opinión acerca del tema. Al fin y al cabo puede ser que esto sólo suceda en mi pueblo y en algunos otros no. Pero antes, quiero contaros una última anécdota relacionada con el tema.
Hace unas semanas, había un grupo de personas pasando un fin de semana en el pueblo, alojados en una de las casas rurales. Los niños (3 o 4 niños de entre 6 y 10 años, le calculo) estaban jugando en el campo de fútbol, donde uno de los paisanos tenía un burro atado. Pues bien, justo en ese momento pasé al lado y observé que los niños estaban correteando cerca del burro y gritando, queriéndolo asustar. Me impactó muchísimo, la verdad. Considero que no se dan cuenta de que, probablemente, donde ellos vivan, no puedan ver a un animal de estas características tan de cerca, y que en vez de intentar asustarle, podrían observar su comportamiento e incluso acariciarlo.
Pero la cosa no acaba aquí. Pocos días después volví a pasar por allí y estaban jugando algunos de los niños del pueblo al fútbol, como prácticamente todas las tardes. Uno de ellos pegó un chute demasiado fuerte al balón y se le escapó, de tal forma que el balón casi le da al mismo burro del que hablábamos antes y, por supuesto, el animal se asustó. Ahora llega el punto curioso de la cuestión: el niño fue a por el balón, se acercó al burro y lo acarició, queriéndole pedir perdón de alguna forma al animal por haberle asustado.
Creo que la idea que quería plasmar ha quedado bastante clara. Me ha quedado bien claro que cuando esté ejerciendo como maestra (espero que dentro de no mucho tiempo), voy a concienciar a mis alumnos de que tienen que disfrutar de todo lo que tienen a su alcance. Además, si tengo la gran suerte de darle clase a niños de ciudad y de pueblo, se me ocurren numerosas actividades para realizar, donde participen los propios niños, como por ejemplo debates o exposiciones de cómo se divierten ellos en su tiempo libre y a qué suelen jugar. Así los alumnos aprenderán de sus propios compañeros.
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